La colonización del Nuevo Mundo
Tras la conclusión de la Reconquista en 1492, Cristobal Colón descubrió el Nuevo Mundo
bajo el patrocinio de la corona española. Esto abrió un nuevo mercado
para la exportación así como nuevas oportunidades para la producción de
vino. Los misioneros y conquistadores españoles llevaron vides europeas a
las nuevas tierras.
La piratería inglesa,
aunque perjudicial para los intereses de los comerciantes de vinos
españoles, fue un factor importante en la difusión del vino español en
Inglaterra. En el saqueo de Cádiz de 1587, Martin Frobisher, de la flota de Francis Drake,
llevó consigo como botín 3.000 botas de jerez. En 1596 Cádiz volvió a
ser saqueada, esta vez por la escuadra anglo-holandesa del II Conde de Essex, a quien Isabel I de Inglaterra
recomendaría el jerez como “el vino ideal”. En 1625 Lord Wimbledon
intentó un nuevo ataque a Cádiz que no tuvo éxito. El jerez, conocido en
Inglaterra como sherry (nombre derivado del árabe Šeriš),
gozó allí de gran popularidad como demuestra su presencia en la mesa de
Jacobo I y las frecuentes alusiones a él que William Shakespeare hace
en sus obras; entre otras, en Noche de reyes, Las alegres comadres de
Windsor, Ricardo III, Enrique VI y Enrique IV.
Los
constantes conflictos con Inglaterra debilitaron a la marina
española y contribuyeron al incremento de la deuda del país ocurrida
durante el reinado de Felipe II.
España pasó a ser más dependiente de los ingresos de sus colonias,
incluida la exportación de vino a las Américas. El surgimiento de
industrias de vino en México, Perú, Chile y Argentina fue percibido como
una amenaza a estos ingresos por Felipe III, quien en 1595 frenó
mediante decreto la expansión de viñedos en el Virreinato del Perú
(Chile), aunque esta prohibición fue ignorada en cierta medida.
De la Filoxera a la Guerra Civil
Los siglos
XVII y XVIII fueron épocas de popularidad para varios vinos españoles,
especialmente para el jerez, el málaga y el rioja,
pero más adelante la industria vinícola española perdió competitividad
ante otros países productores que abrazaron más temprano la Revolución
industrial.
Un momento
decisivo ocurrió a mediados del siglo XIX, cuando la epidemia de la
filoxera
arrasó los viñedos europeos, en especial los franceses. La escasez
repentina de vino francés contribuyó a consolidar la vinicultura en
España. Algunos vinicultores franceses cruzaron los Pirineos a La Rioja,
Navarra y Cataluña,
trayendo consigo sus variedades de uva, maquinaria y métodos, entre los
que destacaban la disposición de las cepas, el control de la
fermentación o el sulfitado. Algunas de las plantaciones de Cabernet
Sauvignon y Merlot existentes en la actualidad en La Rioja y Ribera del
Duero proceden de este tiempo.
La filoxera
alcanzó finalmente España, devastando regiones como Málaga en 1878 y
alcanzando a La Rioja en 1901.
El avance lento de la epidemia se debió en parte a las grandes
distancias que separaban unas regiones vinícolas de otras y a accidente
geográficos como la Meseta Central. Cuando la industria española sentía
con más fuerza a la filoxera, el remedio de injertar rizoma
norteamericano a las vides europeas ya había sido descubierto y
utilizado extensamente.
El fin del
siglo XIX también vio el nacimiento de la industria del vino espumoso en
España con el desarrollo del cava en Cataluña, que durante el siglo XX
rivalizaría con la región de Champaña en la producción mundial. Más
adelante se estableció el sistema de la Denominación de Origen (DO),
primero en Rioja en 1926.
Pero la
industria vinícola tuvo que enfrentarse a dos nuevos desastres. La
Guerra Civil condenó a la viña al abandono y una vez acabada la guerra,
la II Guerra Mundial
supuso la paralización del mercado europeo. Ambos sucesos supusieron un
nuevo y duro golpe para el sector, que sólo a partir de los años
cincuenta empezó a recuperar la normalidad.
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